Río San Juan: una nueva etapa
Ottón Solís
Con la resolución de la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas sobre el Río San Juan, todos ganamos. Costa Rica, porque se reivindica nuestro derecho a perpetuidad de navegar en el río San Juan “con fines de comercio” definido este para incluir el turismo. Nicaragua, porque se ratifica la soberanía nicaragüense sobre las aguas y el cauce del río, derecho que nadie bien informado cuestiona en Costa Rica.
A partir de esos dos puntos medulares, se desprenden varios otros que, en lo sustancial, permiten ahora a los dos Estados buscar un nuevo curso para sus relaciones. Eso es lo más importante y también lo más urgente.
Derechos y calidad de vida. Los juristas debatirán largamente sobre los profusos alcances técnicos de este fallo. Esa es su responsabilidad. Pero más allá de esa tarea, está la otra, la de los políticos nicaragüenses y costarricenses que tenemos la obligación suprema de velar por el bienestar de nuestra gente y la preservación de sus derechos y calidad de vida. En efecto, ahora sabemos que aquellos factores que nos dividieron por tantas décadas pueden superarse con creatividad y buena voluntad, amparados al derecho internacional y con plena certidumbre para todas las partes. Esa es una muy buena noticia para las y los costarricenses finqueros, pescadores, pequeños comerciantes, operadores turísticos, cooperativas de productores agrícolas y campesinos por cuenta propia, que no tendrán que angustiarse pensando cómo harán para trasladarse a sus fincas, o viajar y trabajar en el río para obtener el sustento para sus familias, sin ser abrumados por la arbitrariedad o el sobresalto. Ya veremos cómo negociamos con Nicaragua el aprovisionamiento de nuestra Fuerza Pública sin violentar el fallo de la Corte ni someter a nuestros efectivos de policía a riesgos innecesarios por no portar sus armas de reglamento cuando viajan por la zona. Eso es relativamente menor y se puede superar con buena voluntad.
Cooperación. Pero si en algo el fallo de la Corte es positivo, es que permitirá a nuestros Gobiernos reconstruir la deteriorada relación con Nicaragua a partir de una lógica de cooperación –no confrontación– transfronteriza. Y eso, de lograrse, permitirá que los temas de nuestra agenda bilateral –ricos y complejos, pero también llenos de oportunidades– puedan potenciarse bajo la lógica del bien común.
Costarricenses y nicaragüenses debemos estar satisfechos con la resolución de La Haya. Evitemos triunfalismos, pensemos que seremos siempre vecinos, sintámonos orgullosos de que pudimos resolver esa diferencia por medio de la legalidad y pidamos a ambos Gobiernos que acuerden con las comunidades aledañas y países donantes una agenda de cooperación para el desarrollo sostenible de la región fronteriza.
Un área de especial atención y en la que se puede avanzar conjuntamente, es la ambiental. Hagamos un esfuerzo por proteger esa zona de la deforestación. Reduciendo el uso de productos que contribuyen a las emisiones de dióxido de carbono, es poco lo que nuestros países, con sus bajos niveles de consumo relativo al de los más ricos, pueden hacer para combatir el calentamiento global, pero reforestando y protegiendo el bosque nuestra contribución puede ser gigantesca.
¿Por qué no pasar de las palabras altisonantes y los caros litigios en relación con el San Juan a la cooperación binacional para combatir el cambio climático? ¿Por qué, en esta urgente tarea, no convertir en protagonistas de primer orden a quienes habitan en las zonas aledañas al río San Juan y por extensión, para quienes viven, trabajan y sueñan en la extensa cuenca hidrográfica a la que dicho río desagua?
No hay comentarios:
Publicar un comentario